miércoles, 31 de octubre de 2018

PINTANDO AL ÓLEO EN EL MADRID DE 1970, POR BARBOZA









PINTANDO AL ÓLEO EN  EL MADRID DE 1970, POR BARBOZA

La pintura española siempre ha tenido un gran atractivo para mí. Cuando era estudiante en la Escuela Superior de Bellas Artes de san Fernando, no dejaba de visitar el Museo del Prado y  la Academia de San Fernando, para tratar de asimilar ese gran mensaje pictórico que transmitían los pintores de esta tierra. Me atraía toda la pintura mística, con sus claroscuros, esas profundas sombras donde todo puede suceder, Ribera y Zurbarán, eran unos de mis favoritos, al igual que Las Meninas o el Cristo  y los personajes de Palacio de Velázquez, que convivían con él.  El Greco, con su gran explosión de luz y color, que emerge de la oscuridad de los tiempos. Luego, Goya, que recoge toda esta tradición y la trasmite en Los Fusilamientos, Los Mamelucos y en Las Pinturas Negras, sintetiza y lanza el misticismo español al futuro.  

Yo, en aquel tiempo, 1970, era un aprendiz de brujo,  quería imitar a mis  maestros. Estudiaba grabado, dibujo y pintura al óleo, donde quería sacar a la luz de las sombras, pequeñas figuras que, solitariamente esperaban su creación.  El óleo, ese gran invento de mezclar aceite de linaza con pigmentos y que revolucionó el arte de la pintura, me servía para expresarme sobre pequeñas telas  como ensayos  de algo que puede ser. Madrid era un mundo eléctrico, donde todo podía suceder, y sucedió. El cambio a una nueva vida y a una nueva pasión.

Carlos Barboza Vargas.
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