viernes, 1 de diciembre de 2017

EL TEATRO NACIONAL DE COSTA RICA CUMPLE 120 AÑOS, POR BARBOZA





EL TEATRO NACIONAL DE COSTA RICA CUMPLE 120 AÑOS, POR BARBOZA

Con el auge de las exportaciones de café, las clases dirigentes de Costa Rica se plantean  el construir un Teatro Nacional que pudiera albergar a las grandes compañías de ópera de la época. Cerca de 1838 se comienza a fraguar esta idea y en 1890 se crea la primera Junta para la construcción del Teatro. Es la época en que en Europa están renovando sus teatros o construyéndolos nuevos, como es el caso del Palacio de la Opera de París, llamado Palacio Garnier, en honor del arquitecto Charles Garnier.  Napoleón III fue el que ordenó su construcción y se diseñó al Estilo Imperio. Fue inaugurado el 5 de enero de 1875. La arquitectura civil sufría una transformación acelerada por el uso del hierro, como buen ejemplo tenemos la Torre Eiffel, que se construyó para la Exposición Universal de París de  1889. 

La Junta encarga los planos y estructuras metálicas a Bélgica y el mobiliario y ornamentación a  Italia. El Embajador de Costa Rica en París era el Marqués Manuel María Peralta, quien hace la contratación. Durante la administración de Don Rafael Iglesias Castro, se crea un impuesto a las exportaciones del café para sufragar  la construcción del Teatro, que se inicia el 12 de enero de 1891, terminándose el 21 de octubre de 1897, es decir, hace 120 años.

En lo personal, este Teatro significa mucho para mí en mi evolución como artista. Cuando era niño, mi padre, Hércules Barboza, me contaba que cantó en los coros de las Compañías de Ópera italianas que visitaban el país y actuaban en el Teatro y su hermano mayor, Miguel Ángel,  tocaba el violín en la Orquesta Sinfónica.  Yo crecí como josefino, alrededor del Teatro Nacional.  Cuando decidí la profesión de artista plástico, comencé a tener una relación más directa con el Teatro, ya que frecuentaba la Casa del Artista para pintar en un local anexo al mismo, hoy desaparecido. La primera exposición del Grupo Tótem la hicimos en Las Arcadas, porches situados frente al Teatro. A la vez que estudiaba arte trabajé como dibujante en Publicidad Bákit, hablo de  mediados de los años sesenta del siglo pasado. En ese momento ejercía como Director del Teatro Nacional, Don Manuel Rodó Parés,  el cual me contrató para trabajar realizando carteles  de los espectáculos. Luego realicé un plano grande de la planta del aforo del Teatro, con todos los asientos diseñados, agujereados, para poner las clavijas, especial para el control de la taquilla. Vi los ensayos de orquestas, compañías de zarzuela españolas, pianistas, grupos de teatro;  también colaboré como ayudante de pintor en la realización de un telón de fondo del escenario que realizaba el escultor Néstor Zeledón. Me hice amigo del actor mexicano recién llegado a Costa Rica, Jorge Sandozequi.  En aquel ambiente de arte recorría los salones fijándome en las pinturas y esculturas, fue mi primer contacto con el arte europeo que se encontraba en sus paredes. Era un mundo de musas, campesinas italianas, ángeles músicos, alegorías, todo el arte simbólico europeo estaba resumido allí, muy  propio de los  teatros de la época, realizado por pintores decoradores, como Luigi Bignani, que realizó tres plafones con temas como La aurora, El día, La noche, en  el Foyer; este pintor trabajó luego decorando la Opera de Moscú.  El plafón central del teatro es de R. Ferrario, hay tres alegorías del pintor español Tomás Povedano y dos pinturas con tema costarricense como son La Justicia en Costa Rica de Arturo Fontana y un gran óleo que cambia de registro  frente a las otras obras, por su realismo, titulado  La Alegoría de Costa Rica, pintada en Milán en 1897 por Aleardo Villa. Es un homenaje al cultivo del café, inicio de nuestra riqueza. Se encuentran en la obra bellas recolectoras de lo que hoy llamamos el grano de oro.  También el incipiente cultivo del banano, las carretas de bueyes que hacían el transporte hasta los puertos, donde se embarcaba el café de exportación, es la primera gran pintura con tema tropical costarricense.  

El mármol de Carrara se transformó en  Calderón de la Barca y  Beethoven  en manos de los  italianos Adriático Froli y Pietro Bulgarelli, quien  realizó las tres esculturas de la fachada, La Danza, La Fama y La Música. Una de las esculturas que tiene un especial significado para el arte del país es la titulada Los héroes de la miseria, del escultor Juan Ramón Bonilla, que fue premio internacional de Milán en 1907.  Es el primer galardón que recibe en Europa un artista de Costa Rica. Para mí es la mejor escultura que alberga el Teatro, junto con la pintura El pastor y su hija, obra que me deleitaba dibujando su conjunto y sus detalles.  

Fui becado en 1968 para especializarme en Grabado calcográfico en Madrid,  por la Dirección General de Artes y Letras, cursando también estudios de Restauración de pintura mural en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, y en 1971 me volví a encontrar  en la capital de España con Don Manuel Rodó, a instancias de la Embajada de Costa Rica, ya que se querían restaurar las pinturas del Teatro y decidir qué equipo de restauradores podrían hacer este trabajo.  El Instituto de Restauración de Madrid se hizo cargo de este encargo. Dentro del equipo de restauradores que fueron a Costa Rica estaban Francisco Arquillo y Arce. Yo no fui con ellos porque me casé con Teresa Grasa en esas fechas, marzo de 1973; había obtenido una Beca de la UNESCO para seguir especializándonos en Restauración de Bienes Culturales en Roma, en el Istituto di Restauro.

Carlos Barboza Vargas
Miembro de ICOM, UNESCO.   
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