EL TEATRO NACIONAL DE COSTA RICA
CUMPLE 120 AÑOS, POR BARBOZA
Con el auge de las exportaciones de café, las clases
dirigentes de Costa Rica se plantean el
construir un Teatro Nacional que
pudiera albergar a las grandes compañías de ópera de la época. Cerca de 1838 se
comienza a fraguar esta idea y en 1890 se crea la primera Junta para la
construcción del Teatro. Es la época en que en Europa están renovando sus teatros
o construyéndolos nuevos, como es el caso del Palacio de la Opera de París,
llamado Palacio Garnier, en honor del arquitecto Charles Garnier. Napoleón III fue el que ordenó su
construcción y se diseñó al Estilo Imperio. Fue inaugurado el 5 de enero de
1875. La arquitectura civil sufría una transformación acelerada por el uso del
hierro, como buen ejemplo tenemos la Torre Eiffel, que se construyó para la
Exposición Universal de París de 1889.
La Junta encarga los planos y estructuras metálicas a Bélgica
y el mobiliario y ornamentación a
Italia. El Embajador de Costa Rica en París era el Marqués Manuel María
Peralta, quien hace la contratación. Durante la administración de Don Rafael
Iglesias Castro, se crea un impuesto a las exportaciones del café para
sufragar la construcción del Teatro, que
se inicia el 12 de enero de 1891, terminándose el 21 de octubre de 1897, es
decir, hace 120 años.
En lo personal, este Teatro significa mucho para mí en mi
evolución como artista. Cuando era niño, mi padre, Hércules Barboza, me contaba
que cantó en los coros de las Compañías de Ópera italianas que visitaban el
país y actuaban en el Teatro y su hermano mayor, Miguel Ángel, tocaba el violín en la Orquesta Sinfónica. Yo crecí como josefino, alrededor del Teatro
Nacional. Cuando decidí la profesión de
artista plástico, comencé a tener una relación más directa con el Teatro, ya
que frecuentaba la Casa del Artista para pintar en un local anexo al mismo, hoy
desaparecido. La primera exposición del Grupo
Tótem la hicimos en Las Arcadas, porches
situados frente al Teatro. A la vez que estudiaba arte trabajé como dibujante
en Publicidad Bákit, hablo de mediados
de los años sesenta del siglo pasado. En ese momento ejercía como Director del Teatro
Nacional, Don Manuel Rodó Parés, el cual
me contrató para trabajar realizando carteles de los espectáculos. Luego realicé un plano
grande de la planta del aforo del Teatro, con todos los asientos diseñados,
agujereados, para poner las clavijas, especial para el control de la taquilla.
Vi los ensayos de orquestas, compañías de zarzuela españolas, pianistas, grupos
de teatro; también colaboré como
ayudante de pintor en la realización de un telón de fondo del escenario que
realizaba el escultor Néstor Zeledón. Me hice amigo del actor mexicano recién llegado
a Costa Rica, Jorge Sandozequi. En aquel
ambiente de arte recorría los salones fijándome en las pinturas y esculturas,
fue mi primer contacto con el arte europeo que se encontraba en sus paredes.
Era un mundo de musas, campesinas italianas, ángeles músicos, alegorías, todo el
arte simbólico europeo estaba resumido allí, muy propio de los teatros de la época, realizado por pintores
decoradores, como Luigi Bignani, que
realizó tres plafones con temas como La aurora, El día, La noche, en el Foyer;
este pintor trabajó luego decorando la Opera de Moscú. El plafón central del teatro es de R. Ferrario, hay tres alegorías del
pintor español Tomás Povedano y dos
pinturas con tema costarricense como son La Justicia en Costa Rica de Arturo Fontana y un gran óleo que cambia
de registro frente a las otras obras,
por su realismo, titulado La
Alegoría de Costa Rica, pintada en Milán en 1897 por Aleardo Villa. Es un homenaje al
cultivo del café, inicio de nuestra riqueza. Se encuentran en la obra bellas
recolectoras de lo que hoy llamamos el grano
de oro. También el incipiente
cultivo del banano, las carretas de bueyes que hacían el transporte hasta los
puertos, donde se embarcaba el café de exportación, es la primera gran pintura
con tema tropical costarricense.
El mármol de Carrara se transformó en Calderón de la Barca y Beethoven en manos de los italianos Adriático
Froli y Pietro Bulgarelli, quien
realizó las tres esculturas de la
fachada, La Danza, La Fama
y La Música. Una de las esculturas que tiene un especial significado
para el arte del país es la titulada Los héroes de la miseria, del escultor
Juan Ramón Bonilla, que fue premio
internacional de Milán en 1907. Es el primer
galardón que recibe en Europa un artista de Costa Rica. Para mí es la mejor
escultura que alberga el Teatro, junto con la pintura El pastor y su hija, obra que me deleitaba dibujando su conjunto y sus
detalles.
Fui becado en 1968 para especializarme en Grabado calcográfico
en Madrid, por la Dirección General de
Artes y Letras, cursando también estudios de Restauración de pintura mural en
la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, y en 1971 me volví a encontrar
en la capital de España con Don Manuel
Rodó, a instancias de la Embajada de Costa Rica, ya que se querían restaurar las
pinturas del Teatro y decidir qué equipo de restauradores podrían hacer este trabajo.
El Instituto de Restauración de Madrid
se hizo cargo de este encargo. Dentro del equipo de restauradores que fueron a
Costa Rica estaban Francisco Arquillo y Arce. Yo no fui con ellos porque me
casé con Teresa Grasa en esas fechas, marzo de 1973; había obtenido una Beca de
la UNESCO para seguir especializándonos en Restauración de Bienes Culturales en
Roma, en el Istituto di Restauro.
Carlos Barboza Vargas
Miembro de ICOM, UNESCO.
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