GOYA Y PIERRE GASSIER EN CALATAYUD
El 30 de
marzo de 2016 se cumplen 270 años del
nacimiento de Francisco de Goya y Lucientes, en Fuendetodos, provincia de Zaragoza.
Este acontecimiento me lleva a recordar cuando se celebró el 250 aniversario en
el año 1996 y en que la Diputación Provincial de Zaragoza nos encargó un libro
sobre Goya y su restauración, que titulamos Goya frente al muro y en el que
incluimos la restauración de las pechinas de Goya en San Juan El Real de Calatayud,
encargada por la Diputación General de Aragón, la que realizamos entre 1986-87.
Cuando estábamos acabando la última
pechina, la de San Agustín, Padre de la Iglesia, el profesor francés de Goya, Don
Pierre Gassier y su señora, María, hicieron un viaje a Madrid desde París. Nos
llamamos para citarnos en Calatayud porque
el maestro Gassier quería aprovechar la oportunidad para ver el trabajo de Goya
en los muros de esta iglesia bilbilitana. Se trasladaron en tren desde la
capital de España, y nosotros en coche desde Zaragoza, encontrándonos en la estación
de Calatayud.
Subimos al
andamio donde los grandes lienzos esperaban a los estudiosos franceses. El
impacto en don Pierre fue inmediato. No dejó de hablar de Goya joven. Los lienzos están encolados sobre tablazón y con una preparación rojiza oscura, de donde emergen a
pinceladas gruesas, pastosas, estos cuatro Padres de la Iglesia. Desde el
andamio el espacio de esta Iglesia adquiere otra dimensión y las pinturas toman toda la
fuerza que Goya les dio. Analizó pacientemente
todo el conjunto y dijo:
Sin duda
alguna, Goya fue a Italia a aprender la pintura al fresco.
Comimos juntos y
por la tarde partió el matrimonio de nuevo en el tren para Madrid.
Ahora vuelvo
a abrir el libro de Goya frente al muro donde Teresa Grasa y yo escribimos lo
siguiente sobre las pechinas:
Según la documentación
existente en los archivos de los Jesuitas, las pinturas de Calatayud fueron
realizadas durante el año 1766, en que hay pagos de lienzos y materiales para las
pechinas. Ya tiene Goya veinte años de edad y ningún otro artista de la época es
capaz de realizar estas pinturas, de cubrir estas superficies con tan gran síntesis
cromática, economía de medios y tanta dicción y decisión en la ejecución. La rapidez
es pasmosa, las pinceladas discurren como lenguas de fuego sobre el lienzo casi
negro, hay urgencia por llegar a algún sitio, estamos cerca del cielo a veinte
metros sobre el suelo, bajo una cúpula y una nave orlada de estucos y guirnaldas
con ángeles músicos. Hay que romper de nuevo el muro, traspasar los límites de las molduras doradas.
Las nubes de tormenta impulsan a los grandes santos y asistimos en Calatayud al primer gran cantico goyesco. Es el preludio
en blanco, negro y rojo, todo es pasmoso, tan grande, que ya sentimos físicamente la presencia
de los representados. Ese sentimiento es común en toda la obra goyesca, y es la
clave de su aceptación universal e
intemporal……
Un nuevo
aniversario de este genio que sigue joven en los muros de San Juan el Real de
Calatayud después de 270 años.
Carlos Barboza
Vargas
Teresa Grasa Jordán
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