RUBÉN DARÍO, CIEN AÑOS DE POESÍA MODERNISTA
El 6 de
enero se cumplió el primer centenario del poeta nicaragüense Rubén Darío, muerto en 1916 en la ciudad de León. Este hecho me ha puesto nostálgico y los recuerdos de mi juventud en mi lejana
Costa Rica, especialmente en la época de
bachillerato, en que nos hacían estudiar y recitar la poesía de este gran
escritor latinoamericano nacido en Nicaragua.
Félix Rubén García Sarmiento
nació en Metapa, el 18 de enero de 1867. Desde su nacimiento, el que se iría a
convertir en el primer poeta en lengua española
nacido en América, fue una vida
de peregrinar por el mundo. Sus padres estaban casados en León, pero su madre, Rosa, huye embarazada, teniendo a su hijo en Metapa. Luego lo deja en casa de sus tíos, que lo crían,
porque ella se va a vivir con otro hombre a Honduras.
El niño
crece con sus tíos y se cambia el
apellido por Darío, el cual mantendrá toda su vida. Es un niño
prodigio en León, estudia con los Jesuitas y escribe los primeros
versos publicando un soneto en 1879, con
trece años. Se le llamaba el poeta niño.
Se traslada a Managua y estudia en Granada, comenzando a trabajar como
periodista, profesión que no abandonará. Se embarca hacia El Salvador y es allí donde adopta el verso alejandrino
de la poesía francesa adaptándolo a la métrica
española y se convierte así en seña de
identidad de la poesía modernista. Enferma de viruela y regresa a su patria donde
es juzgado por vagancia. Escribe poemas y obras de teatro. El 5 de junio de 1886 embarca para Chile
desembarcando en Valparaíso y trabaja para el diario La Época de Santiago.
Escribe dos libros Abrojos y uno de los más importantes para su carrera Azul,
publicado en 1888, clave para la revolución modernista española con un
éxito importante donde sus poemas llegaron hasta España y el crítico Juan
Varela lo difundió en el periódico El Imparcial en octubre del mismo
año. Su fama se extiende por toda América
Latina y obtiene el puesto de corresponsal en el periódico La Nación de Buenos Aires.
Regresa a Nicaragua y se traslada luego a El Salvador, donde se casa con
Rafaela Contreras el 21 de junio de 1890.
Continua su periplo por Centroamérica yéndose a vivir a Guatemala, donde
publica la segunda edición de Azul, con prólogo de Juan Varela.
Un golpe de
estado lo hace trasladarse a vivir a Costa Rica con su mujer, en 1891, cuando tenía 24 años. Nace en el país su primer hijo, Rubén Darío
Contreras. Trabaja como periodista y toma contacto con los ambientes artísticos
de San José y traba amistad con
escritores como Pío Viquez, Manuel González Zeledón, (Magón), y especialmente con
Aquileo J. Echeverría que lo veía como el mejor poeta del país. Tuvieron una larga correspondencia
encontrándose con el tiempo en Barcelona, donde Aquileo fue Cónsul de Costa
Rica. Escribió para El Heraldo de Costa Rica, Diario El Comercio, y La
Prensa Libre. Influencio en poetas como Lisímaco Chavarría, Rogelio Sotela,
Brenes Mesén, Julián Marchena, y Alfredo Cardona Peña, entre otros. El escritor Teodoro Picado recogió y publicó toda la documentación del
paso de Rubén Darío por Costa Rica. El
15 de mayo de 1892 abandona Costa Rica y recibe el nombramiento de Delegado de
Nicaragua en el Cuarto Centenario del Descubrimiento de América en España. El barco hace escala en La Habana y el 14 de agosto de 1892 desembarca en
Santander, y luego en tren a Madrid, donde conoce a José Zorrilla, Emilio
Castelar, Emilia Pardo Bazán y Menéndez y Pelayo, entre otros. Regresa a
Nicaragua y su esposa fallece en El
Salvador en 1893.
Después de
este viaje nada será igual para Darío. Su verso ha cruzado el mar, entra en el
mundo diplomático como Cónsul, conoce a
José Martí en Nueva York, luego en París
se decepciona al conocer al que ah sido su referente poético, Paul
Verlaine. En Buenos Aires, empieza a alcoholizarse y enferma y en 1896 se queda
sin trabajo, pero publica Prosas Profanas y otros poemas consagrándose como el gran poeta del
modernismo español. Vuelve a España como
corresponsal de La Nación, para informar
sobre la guerra de 1898 contra USA, donde
España pierde Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Se queda a vivir en España
y se hace amigo de poetas jóvenes como Juan Ramón Jiménez, Valle Inclán, Jacinto Benavente. En 1900 lo
envían a París para escribir sobre la
Exposición Universal que se celebra en la ciudad del Sena, donde conoce a Amado
Nervo. Fija su residencia en Francia y
en 1902 conoce al gran poeta Antonio
Machado, declarado admirador de su obra.
Lo nombran Cónsul de Nicaragua y viaja por Europa, y en 1905 en España tiene
relación con pintores como Santiago Rusiñol, con el que se encuentra e n Mallorca cuando Darío se refugia en la
Cartuja de Valldemosa ; Vázquez Díaz lo
documenta con un dibujo y pinta un óleo
de Darío vestido de Cartujo. Publica
su obra maestra, Cantos de vida y esperanza y otros poemas editado por su amigo
el poeta Juan Ramón Jiménez. Tengo un
ejemplar de una edición de lujo, de
1922, publicado por la Editorial Mundo Latino de Madrid, con ilustraciones del pintor modernista Enrique Ochoa y
que perteneció al médico y fotógrafo
Aurelio Grasa.
En este
libro se encuentran los versos mas
populares del autor y sus preferencias
literarias donde nombra a sus escritores amados, como Dante, Góngora,
Cervantes, y su Quijote, a sus amigos el
Marqués de Bradomín, Valle Inclán,
Manuel y Antonio Machado, Mariano de Cavia, y a sus pintores
preferidos como Leonardo da Vinci,
Velázquez, y Francisco de Goya, a quien
dedica un poema que comienza:
Poderoso visionario,/ raro
ingenio temerario,/ por ti enciendo mi inciensario./ Por ti, cuya gran paleta,/
caprichosa, brusca, inquieta/debe amar todo poeta;/……
y termina:
… así es de ver y admirar/ tu
misteriosa y sin par/ pintura crepuscular./ De lo que da testimonio:/ Por sus
frescos, San Antonio; / por las brujas, el demonio.
Machado
escribió dos poemas, uno que titula Al
maestro Rubén Darío, en 1904. Y otro A la muerte de Rubén Darío, que dice:
Si era toda en tu verso la armonía del mundo,
¿ dónde fuiste, Darío, la armonía
a buscar?
Jardinero de Hesperia, ruiseñor
de los mares,
corazón asombrado de la música astral,
¿te ha llevado Dionysos de su mano
al infierno
y con las nuevas rosas triunfantes
volverás?
¿te han herido buscando la soñada
Florida,
La fuente de la eterna juventud, capitán?
Que en esta lengua madre la clara
historia quede;
corazones de todas las Españas,
llorad.
Rubén Darío ha muerto en sus
tierras de Oro,
esta nueva nos vino atravesando
el mar.
Pongamos, españoles en un severo mármol,
su nombre, flauta y lira, y una
inscripción no mas;
Nadie esta lira pulse, sino es el
mismo Apolo,
nadie esta flauta suene, sino es
el mismo Pan.
Cien años
nos separan de esta admiración que el poeta español Antonio Machado sentía por el poeta
latinoamericano Rubén Darío.
Carlos
Barboza Vargas




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