REVISTA CRISIS Nº 22
El día 16 de enero de 2023 se ha presentado la Revista CRISIS, Nº 22, publicada por Erial Ediciones, en el atrio de entrada, espacio Mariano Cariñena, del Teatro Principal de Zaragoza. En esta ocasión, la convocatoria era muy especial ya que en este número, junto a contenidos de gran altura y diversidad, se reúne una colección de artículos en memoria y homenaje a dos distinguidos colaboradores, Encarnación Ferré Chiné y José Luis Rodríguez García, recientemente desaparecidos. El acto fue muy emotivo y diversos amigos leyeron e interpretaron textos de ambos. Pilar Catalán hizo luego un recorrido descriptivo por los diversos artículos publicados y finalmente, irrumpió la propia Encarnación Ferré a través de la actuación de la actriz María José Moreno, quien nos trasladó a los pensamientos de la obra Memorias de una loca, en un monólogo memorable. Teatro Puro. Todos los asistentes quedaron enmudecidos por su interpretación esencial.
El Archivo Barboza Grasa quiso participar en este número
dedicado a la LUZ, aportando un artículo La luz y el contraluz en las fotografías
de Aurelio Grasa en el Monasterio de Piedra. En este texto hacemos un
recorrido cronológico mostrando el interés de Aurelio Grasa por el estudio de
la Luz y su importancia en su labor fotográfica. Incluimos este texto y la colección completa de fotografías que, por falta de espacio, no se han publicado en el artículo de la
revista Crisis y aportamos los enlaces correspondientes de la
revista. Su impresión en papel es de una gran calidad.
https://www.erialediciones.com/
http://www.erialediciones.com/revista-22/
LA LUZ Y
EL CONTRALUZ EN LAS FOTOGRAFÍAS DE AURELIO GRASA EN EL MONASTERIO DE PIEDRA.
Aurelio Grasa sentía una pasión especial por la luz, por lo
que la fotografía le interesó desde muy joven, alcanzando un gran nivel técnico,
lo que le permitió ejercer de reportero gráfico para ABC y el Heraldo de Aragón
mientras estudiaba Medicina en la Universidad de Zaragoza, entre los años 1910
a 1917. Luego se especializó en Radiología y Dermatología en Madrid y París y
continuó con su pasión fotográfica viajando y aplicando sus conocimientos
fotográficos a su ámbito profesional, dando cuenta gráfica de las enfermedades
que presentaban sus pacientes, así como el proceso de curación de los mismos. Aurelio
se interesaba por los balnearios y era defensor del poder curativo de las aguas
para ciertas enfermedades, tal como había comprobado en Europa. Como buen
radiólogo, la luz y sus efectos sobre las superficies le fascinaba. Y acudía una y otra vez al mismo lugar para
observar y fotografiar esos reflejos únicos en ese momento y las variaciones
que experimentaba el ambiente.
Con el Monasterio de Piedra y su entorno, Aurelio tuvo
una relación especial desde que en el año 1919, apenas terminada su
carrera, acudiera para visitar y fotografiar al Nobel D. Santiago Ramón y
Cajal quien pasaba allí unos días de descanso y era un apasionado de este
enclave idílico, tal como él mismo narra en sus memorias. Las fotografías que
le hizo emanan paz y sabiduría y son unos de los retratos más bellos y humanos
del científico. En una de ellas se encuentra sentado de frente, en un sillón,
en el parque, y en la otra, aparece de perfil, destacando su cabeza sobre el
fondo arbolado. En esta ocasión utilizó
su cámara Goerz, de placas de cristal, de 9 x 12 cms. Se conserva en la caja nº
83. Esta fotografía del perfil fue utilizada por el escultor José Bueno para
realizar un relieve en 1920.
Unos años después, hacia 1922, Aurelio visita el
Monasterio de Piedra con unos amigos, los hermanos López Tudela y sus
acompañantes, a bordo del automóvil de estos últimos. Eugenio presidía la
Cámara de Comercio Española en París y también compartían la afición
fotográfica. Aurelio realiza una
colección de fotografías con su cámara Goerz en las que plasma las cascadas y el
río, haciendo especial énfasis en el juego de luz y sombra sobre las figuras
entre los árboles, como si se tratase de un ambiente impresionista. Se
encuentran en la caja nº 61 de 9 x 12 cm.
En 1928 vuelve con estos mismos amigos y en esta
ocasión, realiza fotografías estereoscópicas con su cámara Richard, retratando
sus cascadas, La Trinidad, la
gruta del Iris, a contraluz, desde su interior y el riachuelo que lo
recorre. Las conservamos en las cajas nº 28 y nº 92 de 6 x 13 cms. También lo visita en ese tiempo con su
familia, con su madre, Eloísa Sancho, quien aparece junto a una de las cascadas
en el recorrido por el parque. Se conservan en la caja nº 38 de 6 x 13 cms.
Tras su matrimonio con María Jordán, en abril de 1942,
visitan el Monasterio de Piedra de nuevo, y en esta ocasión realiza una
colección de 29 fotografías, de dimensiones 11 x 17,5 cms. que reúne positivadas por él mismo, en un
álbum. Utiliza su cámara Leica de paso universal, a la que aplica el objetivo Thammbar
que proporciona un halo especial a las formas. Aparece María paseando por un
camino entre los árboles a contraluz, la cascada La Caprichosa, El
baño de Diana, y la Cola de caballo en diferentes formatos y tomas; la
Gruta del Iris, tomada desde el interior más tenebroso, despliega su
luminosidad en el exterior, haciendo sentir el sonido del agua, que apenas nos
salpica. Estas fotos de 1942 son íntimas, abstractas e inmateriales y
representan la culminación de un sentimiento de admiración por la hermosura de
la Naturaleza que quiere transmitir. Pensamos que constituyen un homenaje a la
armonía natural, esos paisajes idílicos en estado puro pero cuidados por el
hombre y unidos a su estado anímico de
plenitud por haberse unido a una mujer junto a la que constituirá su familia y que pasará a ser su objetivo más
preciado.
Por otra parte, a nivel técnico, constituyen la vanguardia de
la imagen fotográfica, en la corriente de la Nueva Objetividad, alejada de los
pictorialismos y regionalismos todavía imperantes y que, aún hoy en día, un
siglo después, tiene tantos adeptos. Aurelio sintetiza la belleza de la luz que
cae sobre el agua que se desparrama y se convierte en partículas luminosas
parpadeantes. El elegir estos motivos, estas particularidades lo sitúan un paso
adelante de lo común, en un espacio para los que ven más allá de lo conocido. Quizás
Aurelio intenta mirar el paisaje desde el otro lado de la realidad, por lo que
sus contraluces son únicos.
El sentimiento de búsqueda de esa luz no le abandonará
nunca y constituye una de las claves para entender su sentido fotográfico: la
luz que rodea la imagen de de Santiago Ramón y Cajal en el Monasterio de
Piedra, de 1919, las cascadas a contraluz de 1928, el sol cayendo a plomo sobre
el Valle de Aspe y los esquiadores bajando por esos espacios intactos, o sobre
una ladera helada en el Pirineo, en Candanchú,
en la década de los años treinta, se traslucen años después en la luz
que se detiene sobre los cabellos de sus hijas, los campos de trigo a punto de
ser segados, las escaleras de acceso a la iglesia de Hecho al atardecer, cuando se dibuja ese semicírculo mágico, o
las últimas fotos de Aurelio en el Monasterio de Piedra en las que la luz emana
desde la oscuridad más profunda de la Gruta del Iris.
Estas fotografías de Aurelio Grasa de los paisajes del
Monasterio de Piedra a lo largo del tiempo, son inéditas y están tomadas hace
un siglo, las más antiguas, y las más recientes, hace ochenta años, pero su
mensaje sigue vigente e intacto. La Naturaleza,
fuente de vida y armonía debe ser preservada y el hombre debe vivir en armonía
con ella, por su propio bien y desarrollo vital.
Teresa
Grasa Jordán Carlos Barboza Vargas
Archivo Barboza
Grasa
Ver enlaces:
https://barbozagrasa.blogspot.com/2022/06/170-aniversario-del-nacimiento-de-d.html
https://barbozagrasa.blogspot.com/2010/07/santiago-ramon-y-cajal-y-aurelio-grasa.html
https://barbozagrasa.blogspot.com/2022/06/aurelio-grasa-memoria-y-accion-del.html
Nota:
El Monasterio de Piedra, antiguo
castillo de defensa musulmán y sus dominios, fueron cedidos por Alfonso II de
Aragón a fines del siglo XII a la Orden Cisterciense, para que se estableciera
en tierras aragonesas de la Corona de Aragón. Vinieron 12 monjes y un abad,
venidos de Poblet, entre 1195 y 1218. Está situado junto al Rio Piedra, en el
término de Nuévalos, comarca de Calatayud. Siglos después, sufrió las guerras
napoleónicas y luego las disposiciones desamortizadoras
de Mendizábal, con lo que expulsaron a los monjes y las tierras fueron subastadas
en varias ocasiones. En 1843 las adquirió
Pablo Muntadas Campeny y años después fue su hijo Juan Federico Muntadas, quien
transformó la huerta en unos jardines románticos, creó la primera piscifactoría
de España y restauró el monasterio, transformándolo en una instalación hotelera
e hidroterápica. Era un paisaje único para los científicos y ha sido
fotografiado desde entonces por los principales fotógrafos naturalistas, como Pedro Martinez Hebert, Jean Laurent, Mariano Júdez
y Ortiz, y Napoleón. Mariano Júdez edito unos álbumes en diversos
formatos de gran belleza, que tuvieron gran difusión y causaron la gran
afluencia de visitantes en esta época.





Preciosisimas, siempre es una gozada ver las fotografías de tu padre. Besazos.
ResponderEliminarMuy interesante
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