jueves, 28 de diciembre de 2017

EN MADRID CON EL PINTOR DE COSTA RICA, GONZALO MORALES SUÁREZ, 1975-1976





EN MADRID CON EL PINTOR DE COSTA RICA, GONZALO MORALES SUÁREZ, 1975-1976

Cuando Teresa Grasa y yo regresamos de estudiar en Italia, nos instalamos en Madrid y alquilamos un pequeño chalet de dos plantas en la Dehesa de la Villa, cerca de la Ciudad Universitaria y  de la urbanización Puerta de Hierro.  En la planta alta acondicionamos el taller de grabado y pintura realizando la vida cotidiana en la planta baja.  Para acceder al chalet se tenía que atravesar un  jardín con una parra que acompañaban flores, en especial rosas de todos los colores, creado por su dueño Guillermo Vega, piloto de  la Compañía aérea Iberia, que vivía en el chalet contiguo.  Llegamos a ser como familia.

En este ambiente de arte y naturaleza es que recibimos la visita del pintor de Costa Rica, Gonzalo Morales Suárez, junto con el gran escultor costarricense Carlomagno Venegas y el grabador guatemalteco Moisés Barrios, quienes habían trasladado su residencia a Madrid para seguir formándose como artistas.  Creció entre nosotros una amistad y familiaridad  que compartimos en tertulias con nuestros amigos españoles que nos visitaban, como el diseñador gráfico Javier García del Olmo y su esposa Esther Vilas, los pintores Ángel Rojas y Julia Valdés, el escultor Enrique Cabildo y Gloria Figueroa, la pintora realista Eduarda Aparicio, y nuestros amigos la doctora Carmina Gutiérrez y  el escritor Jorge Anel.  

Gonzalo, Moisés y Carlomagno extendieron su amistad con Javier García del Olmo, especialmente Gonzalo Morales, que se inclinaba en esos momentos pictóricamente por el retrato,  oficio que aprendió de su padre desde niño y con el afecto y admiración a dos mujeres españolas realizó un retrato de Teresa Grasa en 1975, con aires prerrenacentistas florentinos. La modelo de perfil acompañada de un paisaje montañoso y un cielo despejado azul.  En el de Esther Vilas  moderniza su óptica y lo realiza con una composición con punto de vista bajo, donde la modelo se apoya en un muro de ladrillo con una vestimenta y estilo muy de los años setenta. Creo que son de los mejores retratos realizador por Morales Suárez.

Por aquella  época escribía crónicas de Madrid para El Excelsior de Costa Rica, y el 5 de marzo se publicó la que le realicé a Gonzalo, le hice un retrato a plumilla  para ilustrar el artículo.  Entre otras cosas dije: 

…Llegamos al estudio donde nos reciben con la amabilidad de siempre y comenzamos a ver sus últimas obras, las cuales nos impresionan por la ejecución y avance.  Una atmósfera hiperrealista envuelve cada uno de ellos y nos  llama la atención el más acabado de todos cuyo tema es una silla con una manzana  y una chaqueta;  este cuadro tiene elementos que hacen pronosticar un gran cambio en la pintura de Morales, como es composición, color y forma, formando un todo en la consecución de un fin, ya que el artista quiere expresar esos sentimientos de soledad y lejanía que le embargan, por medio de elementos cotidianos que le rodean….

El pintor Morales regresó a costa Rica, donde continuó trabajando en lo que llamamos movimiento Hiperrealista y fotorrealismo. Gonzalo necesita el objeto táctil para trabajar su pintura. Por eso se centra en bodegones con elementos cotidianos, paisajes urbanos con pulperías y casas antiguas de San José,  pero sobre todo es en el retrato  donde este pintor se siente a gusto y lo demostró después de su viaje a Europa, becado por el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes. En Madrid se enfrenta a los grandes maestros del Museo del Prado que le gustaba visitar.   En este final del año 2017, un infarto detiene su mano creativa. Queda su obra y su familia, donde su vida y su espíritu se encuentran.  Descansa en paz, amigo Gonzalo.      
  
Carlos Barboza Vargas         
Archivo Barboza Grasa.


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