RECORDANDO AL COMPOSITOR JOSÉ PERIS
LACASA (1924-2017) EN ZARAGOZA
La desaparición
a los noventa y dos años de edad del músico, compositor y profesor José
Peris Lacasa nos lleva a evocar cuando
lo conocimos en el homenaje a la
escritora aragonesa Ana María Navales
que se le hizo en la Iglesia de Santa Isabel de Portugal en Zaragoza el 14 de
junio del 2011. Estuvimos escuchando su música
y la poesía de Ana María, fueron momentos de gran emoción. El trato con este compositor
internacional aragonés era agradable y cordial, pero es el escritor Juan Domínguez Lasierra, quien dejó guardado este acto en un saco
roto que publicó en el Heraldo de Aragón y dijo lo siguiente:
Ana María que estás entre amigos
20-VI-2011
Yo creo que todos hicieron la actuación de su vida.
Que Ester Ciudad hizo un Bach que para sí quisieran algunos; que María de
Félix nunca estuvo tan intensa, tan mágica, como cantando al maestro Peris; que
Ernesto Tamé entonó con tanta emoción esa “Ave María”, de Arturo Cuartero, el
tenor de Fuendejalón –no te olvides de decirlo, me dice Ernesto, porque allí no
se acuerdan—, que nos puso la carne de gallina; que la
Capilla de la Fundación Fernando el Católico, con Ismael al
frente, nos elevó al inefableParadisum;
que Miguel Ángel Tapia..., bueno Miguel Ángel siempre nos admira. Me dirán que
no puedo ser objetivo, y es verdad, pero el maestro Peris me lo confirmó
después, y lo que dice el eximio maellano va a misa... o a palacio real. Y las
amigas, leyendo los poemas, y Charo Ferré, ejerciendo de ejemplar conductora
improvisada.
Estoy hablando, claro, del homenaje a Ana María
Navales, celebrado en Santa Isabel/San Cayetano --mi gratitud a la
Diputación por su generoso ofrecimiento, Cristina, Alfredo, Ricardo--,
y digo homenaje para entendernos; porque era, sobre todo, un encuentro de
amigos, en torno a nuestra escritora, a sus poemas, a su entregada docencia,
para decirle que seguimos con ella, que no la olvidamos –es tan difícil
olvidarla--, para acompañarla, para “arroparla”, como me acaban de decir
Yolanda o Carmencica, que me gestionó las flores, cuando escribo estas
líneas.
Y el maestro, don José Peris Lacasa, que estuvo
conmigo desde el principio, incondicionalmente, y que nos regaló esas
partituras elegidas para Ana María (Juan de la Cruz, Lope, García Lorca,
que no se hizo por cuestión de tiempo) y para que María de Félix las cantara
como si hubieran sido compuestas para ella. Canciones entre el Alma y el Esposo...
Qué alegría ver allí a Rosendo, a Maribel, a Toni
Tello, a Ordovás –al que Ana llamaba “don usted”, por el respecto con que la
trataba cuando trabajó con ella--, a mis compañeros Bandrés, Carmen Puyó,
Picos, Irene, Chaco, Mapi...; a Mancebo, a Barranco, a Pilar de la Vega, a
Alberto Calvo, ¡que le hizo unos dibujos a Ana María mientras escucha a Bach!,
a Mariano Rubio y Edda, a José Luis Calvo y Rosa, a mi Juan de Sahagún, a
Herráiz, a Ona, a Santiago Ríos; a Solanilla, el médico de Ana, con Naima
y Raian; a Marcela y Fernando; a Giovanni, Isabel y Carolina; al joven Víctor
Abd, al que Ana ayudaba a hacer sus ejercicios escolares en casa, cuando él
solo pensaba en dinosaurios... Y sus discípulas del Alemán o la
Universidad, Laura (a la que una vez le puso un cero), Nacha, Charo..., y Encarnación,
Teresa y Carlos (que hizo fotos), María José, Yolanda, Eugenia... Y tantos,
tantos amigos... Y los que no pudieron venir, Martica, Isabel Carabantes,
Alfredo Castellón, Rosa Burillo, Cándido y Pepe Pérez Gállego, Javier
Callizo, Pilar de Yarza... O Isa, su alumna del Alemán, que me mandó --antes no
se había atrevido--, lo que escribió en su blog a la muerte de su profesora: “Hoy he llorado a Ana
María; por primera vez un adulto escuchaba mis reflexiones como si fueran
importantes...; ojalá supiera lo importante que fue para mí, porque nunca
se lo dije; gracias Maestra, tampoco te lo dije nunca.” Tantas cosas se
nos quedan por decir a los que queremos...
Juan Domínguez Lasierra
Fotos
Archivo Barboza Grasa




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