Cuando llegué a Madrid en 1968 me instalé con el pintor de Costa
Rica Antonio Arroyo en la Pensión Leonesa, muy cerca de la Plaza Mayor, e iba a
dibujar y grabar al Círculo de Bellas Artes. En dicha pensión convivía con
otros recién llegados a la villa y corte, como Pepe Domingo Castaño, Sixto
Ruiz, Zapata y un chileno, Vicuña, que nunca me enteré de lo que hacía en
España, pero se movía muy bien en los medios culturales haciendo de extra en las series de Televisión
Española de Prado del Rey. Era un asiduo
en visitar el Café Gijón y con el frecuenté varias veces el local y tomábamos
café. Vicuña saludaba cortésmente a los
clientes y camareros que se encontraban allí. El Café Gijón se encuentra en el
paseo de Recoletos y fue fundado el 15 de mayo de 1888 por un asturiano,
Gumersindo Gómez. Se convirtió en sitio
de tertulia literaria y de reunión de artistas e intelectuales, como es el caso
de Francisco Umbral quien escribió una novela sobre el café en 1972. Cada año se
celebra un premio literario que lleva su
nombre.
Lo mío no eran las tertulias literarias de café en España, aunque si fui un asiduo a
ellas en San José de Costa Rica en el Círculo
de Poetas en las que participaban Debravo, Julieta Dobles, Albán, Cabezas,
Chase,…En Madrid a lo que me dediqué fue a estudiar arte y relacionarme con
pintores, es decir, el mundo de la plástica. En 1973
me casé con Teresa Grasa de Zaragoza,
dándose la circunstancia de que un amigo común el periodista del Heraldo de Aragón, Juan
Dominguez Lasierra acababa de contraer matrimonio con la escritora y poetisa
Ana María Navales con la que estrechamos una fuerte amistad que con el tiempo
se convirtió en hermandad y en proyectar acontecimientos artísticos
juntos. El año pasado 2013, la Revista
Turia, de la cual fue codirectora, le ha dedicado un Cartapacio a su figura y
su obra, y con este motivo, el escritor
Juan Antonio Tello, le dedica un artículo en la contraportada del suplemento de
Artes y Letras del Heraldo de Aragón, hablando de su vida y de su obra, fue publicado
el día 14 de noviembre de 2013 y cuando
habla de la relación de Ana María con el Café Gijón, dice lo siguiente: … En el Café Gijón, por ejemplo, tiene un
poema manuscrito ilustrado por Carlos
Barboza. Fue secretaria de los Premios de la Crítica durante años. Esta
nota periodística me hizo recordar el momento del año 1985 en que me pidió que
le ilustrara un poema como habíamos hecho en otras ocasiones. Este poema lo
encontré de un romanticismo que me
llevaba a la pintura de Gaspar Friedrich y a una nostalgia del bosque y
de los mitos. Traté de transcribir lo que sentía y en el dibujo dejé un espacio
libre en forma de cuartilla doblada para
que Ana María Navales escribiera su poema y así colaborar los dos en la obra,
poesía e imagen juntas. El poema dice:
Hay un
tiempo enterrado en el bosque
Como un rio
de silencio
Que riega
ese árbol de otoño
Con la
primavera oculta.
Cuento mis
pasos,
los pies se
desparraman por los días
y la hierba
se abre en húmedos pasillos
por donde
esperar la luz.
La alegría
acecha al fruto
cuando
amanece sobre el viento
y la
cordillera se desnuda de su frio.
Y veo una
diosa saltarina que me llama
desde ese
árbol que brilla y oscurece
como anuncio
en la noche
del nombre
que ya no me cobija.
Este fue el motivo para volver junto a Ana María Navales al Café
Gijón de mi juventud en Madrid.
Carlos Barboza Vargas


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