Alda Bertoncello nació en Bassano del Grappa, Italia, donde transcurrió
su infancia junto al rio Brenta. A los trece años se pone a trabajar a las órdenes
de su maestro el restaurador Giovanni Pedrocco en Venecia, que era especialista
en la restauracion de pintura mural, muy especialmente de Tiépolo, del que
restauró la Villa Valmarana "Ai Nanni" en Vicenza, durante la Segunda
Guerra Mundial. Alda, al calor del taller de Pedrocco, fue creciendo como Restauradora e Historiadora del Arte, consiguiendo en 1973 participar en el Curso sobre Conservación de los Bienes
Culturales impartidos en Roma por el Istituto di Restauro de la Unesco,
sito en la calle San Michele de Roma. Teresa y yo fuimos admitidos en dicho Curso y a mí me otorgaron una de las cuatro becas de la Unesco, y es allí donde
formamos un equipo de restauración de seis restauradores entre los dieciocho que
formaban el grupo de ese año, en el que impartían clases los profesores Laura y
Paolo Mora y Paul Phillipot.
De Roma nos trasladamos a Sermoneta, un pueblo en el Agro Pontino,
a cincuenta kilómetros al sur de Roma, junto a Ninfa y cerca de Nápoles. Fueron unos días felices de estudio y aprendizaje
ya que nos tocó restaurar pinturas murales del Castello Caetani, construido por
Sangallo, donde vivió Lucrecia Borgia,
la Iglesia de San Antonio y un Palacio del pueblo, a satisfacción de nuestros profesores,
en especial de Sergio Lancioni, que estaba siempre preocupado porque no nos faltara
de nada mientras viviéramos allí. Con
Alda nos hicimos inseparables, y con nuestro Seiscientos, recorrimos toda la pintura mural de Roma a Florencia,
pasando por Orvieto, Cortona, San Sepolcro, Perugia, Florencia, Asís,… también visitamos
las pinturas murales de Tarquinia. En fin, que conocimos juntos toda esta parte
artística y paisajística de la Italia
renacentista, estudiando in situ la
pintura mural al fresco, que era lo que se pretendía, ser especialistas en la
restauración de la pintura mural al fresco.
Una vez que terminaron estos seis meses de intenso trabajo, tanto
práctico como teórico, Alda regresó a Bassano, para reincorporarse a su trabajo
en el taller de Pedrocco. Nosotros permanecimos unos días mas en Roma y como
Alda nos había invitado a su casa, pusimos rumbo en el Seiscientos hacia el Véneto. La ciudad de Bassano guarda un sabor de arte y
tranquilidad, y en el transcurso de nuestra estancia nos hicimos amigos del círculo
bassanese de Alda con los cuales seguimos manteniendo nuestros lazos de
amistad. Recorrimos los palacios venecianos donde Pedrocco y Alda habían trabajado,
como el Museo Correr, Ca´Rezzonico, Ca´Pesaro,
…. En Vicenza contactamos con todos los amigos de Alda en especial los que
trabajaban en el Museo y los Padres
Servitas de la Basílica de Monte Berico, al igual que en Verona.
Nosotros regresamos a España y nos instalamos en Madrid, fundando el taller Barboza Grasa, mientras
Teresa impartía clases de Química aplicada a la Restauración como profesora en
el Instituto de Restauración y luego en la Escuela Superior de Bellas Artes de
San Fernando. Continuamos nuestro contacto por carta con Alda, quien admiraba
nuestra obra pictórica, y en especial nuestra obra gráfica, ya que ella era una
gran amante y coleccionista de Grabado, una de sus pasiones. En 1975 nos proporcionó una Exposición en las
salas de Venecia Viva y en el Centro Internacional de la Gráfica, de
la ciudad de los canales. Años después en 1985, expusimos en la Iglesia de San Giacomo de Vicenza, ciudad del arquitecto
Palladio. Esta vez fue una muestra de obra pictórica y gráfica, y en el año 1988 expusimos en la Chiesetta dell´Angelo
de su ciudad natal, Bassano del Grappa.
Hizo varios viajes a España y desde Madrid recorrimos toda
Castilla, junto a su sobrino Fabio Bertoncello; mas tarde, cuando estábamos establecidos
en Zaragoza y restaurábamos la cúpula Regina
Martirum de Goya en la Basílica del Pilar en 1982, se trasladó para
trabajar con nosotros en la magna obra de Goya, especialmente en la fase de
limpieza de la superficie pictórica, volvíamos a estar juntos trabajando como
lo hacíamos en Roma en 1973. Nosotros
cada vez que viajábamos a Italia no dejábamos de ir a su casa y compartir amistad y comida con
nuestros amigos comunes y Alda cuando venía a Zaragoza, compartía lo mismo con
nuestros amigos de aquí. La recordaremos siempre con su gran cariño hacia
nuestros hijos, apoyándoles en todas la cuestiones de su formación y abriéndoles
su casa en sus viajes a Italia y asistiendo a sus matrimonios estos últimos años.
En fin, son cuarenta años de amor, hermandad y
amistad, que no terminan con su vida, sabemos que seguirá restaurando nubes y
angelillos, Vírgenes y santos, que la recibirán gozosos por haber dedicado su vida y sus
fuerzas a restaurar y conservar la belleza del arte italiano, para que nuestros
ojos y nuestro espíritu puedan disfrutar de uno de los gozos mas puros y libres
del ser humano. Que en paz descanse Alda Bertoncello, te queremos.
Familia Barboza Grasa.



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